Las obras arquitectónicas no tienen una finalidad en sí mismas, su fin está fuera de ellas y ese fin es la satisfacción de las necesidades espaciales de los seres humanos. Son sólo medios o instrumentos que permiten desarrollar las actividades del usuario. El hombre es el fin esencial, para el cual la arquitectura proporciona sólo el medio, el ámbito, el albergue.
De allí que es importante conocer al hombre en concreto, para quien se está proyectando y construyendo, conocer su concepción de la vida, sus características, sus hábitos, sus costumbres, sus anhelos, sus ideales etc., que terminará inevitablemente, definiendo y modelando el hecho arquitectónico.
Las edificaciones mientras no son habitadas, son conjuntos de materiales, ordenados, compuestos con determinadas proporciones, colores y texturas; sólo se convierten en casas, escuelas, templos, cuando llega el hombre, los habita, se identifica y los hace suyo.